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The Phantom X: El hijo bastardo de Atlus que necesitábamos

hace 2 meses

The Phantom X: El hijo bastardo de Atlus que necesitábamos

The Phantom X: El hijo bastardo de Atlus que necesitábamos

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La primera reacción fue rabia. Después, curiosidad

Cuando se anunció Persona 5: The Phantom X, la reacción general osciló entre la incredulidad y la furia. Un spin-off móvil, desarrollado en China, con nuevos personajes pero la misma estética de uno de los JRPG más aclamados de la última década. ¿Qué podría salir bien? Todo olía a explotación de marca, a esa clase de productos licenciados que solo buscan estirar el éxito de un título sin entender su alma. Pero algo extraño pasó: lo jugué. Y me gustó. No porque sea perfecto —no lo es—, sino porque tiene algo que no esperaba: identidad propia.

Una nueva máscara, pero la misma rabia

The Phantom X no pretende reinventar la fórmula de Persona 5. La respeta, casi con devoción. Desde las animaciones hasta la interfaz, cada centímetro del juego grita “soy parte del universo Phantom Thieves”. Pero debajo de esa apariencia familiar hay un núcleo nuevo. Un protagonista distinto, una narrativa que coquetea con el meta-comentario sobre la imitación, y un mundo que, aunque reciclado, se siente más contemporáneo, más pandémico, incluso más nihilista. Hay algo en sus personajes —más rotos, más resignados— que conecta con una generación que ya no lucha por cambiar el mundo, sino por no desaparecer en él.

China entendió lo que Atlus olvidó

Lo irónico de todo esto es que este “hijo bastardo”, este proyecto externo al equipo principal de Atlus, logra capturar una esencia que la propia saga empezaba a perder: el espíritu rebelde. Mientras Persona 5 Royal se regodeaba en su propia grandeza, y Persona 3 Reload apostaba por la nostalgia tecnificada, The Phantom X se lanza de cabeza al riesgo. No tiene miedo de ser raro, ni de rozar lo absurdo. En su estructura episódica, en su ritmo desigual y en sus mecánicas adaptadas al formato móvil, hay algo crudo. Algo que recuerda que Persona nació como una anomalía, no como un producto de lujo.

Free-to-play, pero con alma

Sí, tiene micropagos. Sí, tiene gachas. Pero no, no se siente vacío. Hay decisiones narrativas que sorprenden, momentos que no esperarías de un juego pensado para sesiones rápidas y consumo masivo. Incluso la música, aunque claramente derivativa, tiene pasajes de una melancolía inesperada. Y los personajes —como Wonder y Arai— son más que arquetipos de reemplazo. Son intentos genuinos de explorar nuevas voces dentro de una estructura ya conocida.

Y es que si algo queda claro al jugarlo, es que el legado de los videojuegos no siempre se preserva desde el centro, sino desde los márgenes. Desde esos proyectos que, por necesidad o por rebeldía, se permiten experimentar cuando los “grandes” solo quieren mantener el status quo.

Los bastardos también merecen un lugar

Vivimos en una era donde lo "no canónico" es automáticamente despreciado. Como si solo lo que aprueba la casa matriz tuviera valor. Pero The Phantom X nos recuerda que la bastardía puede ser fértil. Que hay belleza en lo que no encaja del todo. Que a veces, las copias imperfectas nos muestran verdades que los originales ya no pueden ver. Porque no tiene sentido hablar de herencia si no se permite que esa herencia sea reinterpretada, maltratada, hackeada, revivida.

Después del silencio

Quizás The Phantom X no sea recordado en las listas de “mejores JRPG del año”. Quizás nunca tenga un lanzamiento global que le haga justicia. Pero ahí está. Existiendo en una esquina improbable del universo Persona. Haciendo ruido en los teléfonos de quienes todavía creemos que los juegos pueden sorprendernos. No será perfecto. No será oficial en el sentido purista. Pero es necesario. Porque en cada decisión que toma fuera del molde, hay una chispa que recuerda por qué nos enamoramos de esta saga en primer lugar: por su capacidad de gritarle al mundo con una máscara puesta, pero con el alma al descubierto.

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